Al borde de un atardecer.
Es como cuando miras al mundo,
cuando lo miras de frente,
cuando te das cuenta de que sus ojos ardientes te miran todos a una,
y sientes que no eres nada para él; un pedacito mas, un pedacito reemplazable con otra luz, con otro grito, con otra sonrisa.
Es ahí cuando te das cuenta de lo maravilloso que es estar aquí, de lo vacío y lleno que puedes sentirte; que la paradoja existe. Y ríes, y lloras, y abrazas al manto con las manos a tientas.
Echas el alma al vuelo, y te quedas en carne y hueso, desnuda, sin nada. La echas para que vaya lejos, para que ame más, para que encuentre a alguien mas.
El mundo la acepta en su vuelo, la mira mientras danza al aire, contempla la silueta borrosa que nace y se deshace en cada salto. Intenta estrujarla contra su tacto frío y áspero, pero ella corre más.
Y entonces ocurre; inspira, y llena de un soplido sus pulmones vacíos, y piensa, que podría morirse ante esa estampa sin remordimiento alguno. Esta satisfecha, ha encontrado la paz consigo misma.
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