Ciclo de la vida.
La tristeza se apodera de mí,
otra vez, otra noche.
Va calando, poco a poco, en cada
parte de mi cuerpo, en cada una de mis células, en cada pensamiento; tiñe todo
lo que toca en gris, en una dulce melancolía que me transporta a la nada. Un
vacío se ensancha en mi pecho y un silencio me murmura te quiero.
Pesada, resignada al no
movimiento, repto entre las sábanas de mi cama para encontrarme con algún roce de
piel, con una sensación de calidez que me haga dormir. Pero está deshecha,
fría, parece un cuadro burlándose de mí. Me entrego a ella, y me acurruco,
fingiendo que el sueño apacigua mis párpados, cuando en realidad solo quiero
llorar, y llorar sin parar. Quiero sentir esa montaña rusa que se ha instalado
en mi estómago, desplazando a las mariposas, dejándolas ir. En mi feria
emocional los visitantes son mordaces, comedores de sentimientos, destripadores
de palabras, que al final sólo dejan los restos, las sobras que nadie quiere;
la tristeza.
Huyen del dolor a través de la
parodia, de la abnegación a la realidad, burlándose encuentran la paz que los
deja vivir cada día, usan el sarcasmo como escudo y como bandera. Sé feliz, te
dicen, No pasa nada, escuchas, y en el fondo sólo quieren que no les recuerdes
que la miseria existe.
Anulada, mirando a una esquina y
con una sonrisa prefabricada, sientes como tus mejillas se queman al caer el
agua salada: estoy bien, estoy bien, estoy bien…y cuando la grabación se para, el
ciclo de vida, se reanuda.
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