Luciérnagas.

Ayer pensé que si seguía corriendo tropezaría al fin. Pero no fue así, continué y continué  hasta que las suelas de los zapatos se desgastaron, pero yo seguí. Por el aire volaban pájaros de papel, ausentes en sus mentes, cantando a sus ancestros, contentos de no ser quienes cayeron ante el resplandor del sol.
Me toca parar. No hay fin. Las puertas están abiertas, se abren de par en par a mi paso y la bandera de mi nación está perdiendo su color.
Se hace de noche y yo sigo igual, no he cambiado, en cambio tú si. Al asomarte a la ventana me pareces tan fugaz que los destellos de luz parecen eternos. Y en un rincón de tu habitación encuentras los dardos infectados de obsesión. Miras al cielo, los pájaros me siguen el juego, pero mis pasos ya han desaparecido, Las huellas se han borrado. Voy eliminando mi pasado, solo tengo presente.
Al escuchar el canto del cucú del salón sales corriendo. No te detienes y sin pestañear ya me llevas la delantera. Mil cañones de confeti estallan ante tus ojos, ellos emocionados, la noche llega a su fin. Cae la lluvia y nuestros caminos renacen, remarcados en colores chillones, para que no te pierdas al volver.
Ahora has vuelto a mi  ¿Qué eres?. Un  espejismo sin pasión, luciérnaga que guía al fantasma en su noche eterna.

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