Taquicardia efímera.

Negrura. Oscuridad. Silencio...y de pronto, tu figura deambulando por mi mente, clavando tus ojos en los míos. Estás fuera y dentro de mi alcance, pero mientras tus labios bailotean intentando decir cualquier cosa, mi conciencia se ha ido con tu otro yo. Y de pronto me pongo nerviosa, me entra un calor repentino y siento como toda mi piel se eriza. Hipnotizada, intentando alcanzar ese vaivén que trae tu boca, porque insaciable ya, no puedo conformarme con estar quieta e imaginar. Imaginar como seria tenerte a menos de un centimetro, como tus manos se posan en mi cintura y me estrujan hasta sentir tu respiración acelerada. Casi entre cortada, entre beso a beso que me robas. Ensimismada...caigo en la cuenta de que he perdido el hilo de la conversación y decido actuar.
Ritmo cardíaco acelerado. Y de un salto me abalanzo sin pensar si quiera como vas a actuar. Te encuentro. Casi había olvidado como era besar, pero no necesito mucho tiempo para sincronizar tus labios con los míos, tu lengua repentina que endulza cada beso. Se pasea de labio inferior a labio superior y se coloca entre ellos. Tus manos, ya no son mera imaginación, sino un deseo frenético que recorre toda mi espalda, que rodea todo mi cuerpo, que acaricia mi cara. Y noto como las ganas te pueden, y te embalas, y es tan rápido y tan intenso que al final desemboca en una lucha cuerpo a cuerpo.
Pero no por eso voy a dejar de perderme en  esa sonrisa pícara que esconde más lujuria que encanto. Porque eso me gusta.
Buscamos lo mismo. Tal vez esta sea la manera más fácil de decirlo,  pero al final me encontraré con tus ojos, clavados en los míos, abiertos como platos, pidiendo a gritos que no pare, pues la noche es larga y el placer infinito. Y no habrá más que decir, pues no hay palabra más sincera que esa.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Cual será la raiz cuadrada de mi misma?

Un amigo no es fácil de reemplazar.

Nada es para siempre.